La inteligencia abstracta en el constructo del conocimiento
La inteligencia en el ser humano brinda la posibilidad de subsanar problemas; este proceso es inherente a las competencias lingüísticas, a la abstracción del pensamiento y a las normas de redacción académica.
Todo ser viviente posee un aspecto comunicativo, es así que el ser humano, en su desarrollo societal, posee el requerimiento preeminente de dar a conocer sus ideas, vivencias y manifestaciones, que toman eje y construyen su realidad intrínseca. En este aspecto, desde su desarrollo temprano, va edificando sus competencias lingüísticas, que son primordiales para su correcto dinamismo en la intercomunicación, estableciendo a este factor como propio de la inteligencia.
El pensamiento es guiado por los procesos mentales; en este contexto, la capacidad interviene en la aptitud del sujeto para efectuar una acción o tarea. A medida que su realidad se transforma, utiliza sus antecedentes experienciales para conseguir mejores resultados en sus fines; esta particularidad desarrolla la habilidad que se posiciona como el empleo capacitivo en aras del conseguimiento más significativo de sus metas. Mientras más se realice este ejercicio, las habilidades mejor desarrolladas denotan competencias que, con la intervención previa del raciocinio, de la reflexividad, de la practicidad y de la criticidad, conforman la abstracción del pensamiento, siendo este un signo para abordar y solucionar problemas.
El conocimiento es de quien lo posea; no obstante; en su línea de estructura en la sociedad, ha sido construido por hallazgos de personas que han estudiado un problema o fenómeno. La realidad del saber se constituye por la suma de las experiencias y trasmisión de información; entonces, es de origen superior bajo la ética moralista que los sujetos que han contribuido al entendimiento de cómo el ser humano y el mundo funcionan, sean partícipes en mención de su trabajo. Para efecto, la American Psychological Association (APA) ha elaborado una serie de normas, que no solo se enfocan al reconocimiento de los autores que coadyuvaron al constructo del conocimiento, sino que también brindan un colectivo de parámetros para la redacción académica, desde planteamientos sistematizados, coherentes y significativos, en donde con la acción de las competencias lingüísticas y de la abstracción del pensamiento, contribuyen a la producción del conocimiento científico, que es efectuado sin duda por la intervención de la inteligencia abstracta.
Entonces, con lo expresado, el objeto primario de este postulado es fundamentar bajo bases epistémicas y gnoseológicas a las competencias lingüísticas, a la abstracción del pensamiento y a las normas de redacción académica, para estructurar un entendimiento sostenible de cómo dichas aristas edifican a la inteligencia abstracta, y la misma contribuye al constructo y producto del conocimiento en el ser humano.
Bien lo expuso Einstein (1879 – 1955), en su célebre frase: “La medida de la inteligencia es la capacidad de cambiar”, o cuando manifestaba que “la sabiduría no es un producto de la educación, sino del intento de toda una vida para adquirirla”. Los seres humanos, desde sus inicios, han tratado de conseguir entender y modificar la realidad, adentrándose en un viaje que parte desde su pensamiento hacia su amplia pasión por emplear lo que encuentran como instrumento para materializar la entelequia y modificar lo que conocemos como verdad.
Y, ¿qué sería del conocimiento sin poder trasmitirlo?
Aquí nos adentramos en el campo de las competencias lingüísticas, que conforman un colectivo de habilidades empleadas significativamente para poder expresar las ideas de los seres humanos, el concepto de ellas lo propone Chomsky (1965), estableciéndolas como un sistema de normas que al ser mentalizadas e interiorizadas por el sujeto, elaboran conocimientos de índole verbal expresivo y que denotan, a su vez, el entendimiento universal lingüístico comunicacional del ser humano, utilizando pertinentemente las reglas gramaticales. En este sentido, Lyons (1969) también expone que el individuo, además de poder comunicarse, debe desarrollar la Competencia Pragmática, que la concibe como el empleo adecuado del ámbito capacitivo para entender una lengua, direccionándola a la comprensión de procesos no lingüísticos de orden, requerimientos, intencionalidades, propósitos y fines.
A esto, Padilla et al. (2008), aporta que las dos competencias se posicionan como el empleo lingüístico en la comunicación oral y escrita, que conforman también la instrumentación inherente de las aristas: representativas, interpretativas y de entendimiento de la realidad, tripartidas antes de conformar dualidad con la organización y la autorregulación del pensamiento, requiriendo de “conocimientos, destrezas y aptitudes” propios de la manifestación de ideas, experiencias, opiniones, juicios éticos, constructos de saberes y direccionamientos actitudinales de las personas.
Antes de caer en la ambigüedad de creer que leer y escribir correctamente es todo lo que se requiere para ser inteligente, quisiera abrir el telón nuevamente al pensamiento de Einstein (1879 – 1955), cuando manifestaba que “la lectura después de cierta edad, desvía a la mente de sus actividades creativas. Cualquier hombre que lee mucho y usa poco su cerebro cae en hábitos perezosos de pensamiento”, o cuando Aristóteles (384 a. C. – 322 a. C.), exponía que “el hombre nada puede aprender sino en virtud de lo que sabe”.
Con esta premisa, aperturo una interrogante; ¿la incertidumbre es desconocer o es una cualidad del saber?
Partiendo desde la postura de Sócrates (470 a. C. – 399 a. C.), cuando sostenía que solo sabía lo que nada conocía, dicha frase al otro lado del mundo y relativamente 100 años antes la expresaba Confucio (551 a. C. – 479 a. C.), cuando manifestó que “sabio es el que ignora”. Estos enunciados conforman parte del producto de reflexividad del ser humano en su arduo andar por comprender la realidad y nos ayudan a responder la premisa que la incertidumbre es tener conciencia de conocer parte de la realidad, pero aceptar que estamos muy lejos de poder universalizar dicho conocimiento; y en palabras de Rumsfeld (2011), el tan siquiera querer entender todo ahora, es absurdo, ya que hay incertidumbres conocidas, las que sabemos que desconocemos, como por ejemplo, aún no sabemos cómo curar el cáncer, o cómo viajar a la velocidad de la luz, e incertidumbres desconocidas, las que aún no hemos planteado y no tenemos consciencia siquiera de que se encuentran allí. Por ejemplo: aún desconocemos qué incertidumbre habrá o problema se deberá solucionar ante otra pandemia, ni siquiera podemos extender un lazo de imaginación ante lo que desconocemos del mundo, y por ello es tan absurdo ahora querer entender completamente la realidad.
Este planteamiento filosófico es fundamentado desde la gnoseología, ya que la misma se encarga del estudio del conocimiento y nos coadyuva a entender cómo el proceso de idealización, criticidad y reflexión acerca de la realidad en el ser humano, es fundamental para construir y cimentar el pensamiento y, en consecuencia, el conocimiento.
Para entender más ampliamente cómo se produce el pensamiento en el ser humano, tomamos de referente a Piaget (1919), quien nos da la base epistémica de nuestro fundamento desde la “teoría del conocimiento”, la misma que sostiene que el ser humano en sus inicios etarios tempranos es guiado por la curiosidad de querer entender la realidad y tratar de exponer sus ideas. A medida que el sujeto adquiere experiencia, va también enfrentando sus saberes previos vividos con lo que descubre cada día. Este proceso se lo denomina “intramental”, y añadido a esto Vygostky (1962), aporta con su “teoría sociocultural” que el individuo requiere de factores externos para poder desarrollarse efectivamente, estos estímulos causados por los agentes extrínsecos son las personas o fenómenos que se encuentran en su contexto, y desde la postura de Ausubel (1963), el conocimiento adquirido toma relevancia significativa cuando interviene una instrumentación, la misma que desde mi postura particular es el agente externo que denomina Vygostky o un recurso que lo ayude a potenciar su abstracción mental como sostiene Ausubel.
Luego de los procesos efectuados, existe una culminación del nivel superior del pensamiento, que Thorkike (1920), la establece como “Inteligencia Abstracta”, siendo la misma la cualidad competente de reflexión y abordaje significativo de las causalidades y fenómenos que intervienen en la realidad, esta condición permite al ser humano establecer estrechos relacionamientos entre lo posible, sostenible, ético y funcional de sus acciones, siendo aquellos también; actos comunicativos.
Una vez tomada conciencia del conocimiento y sus particularidades, establezco otra interrogante; ¿el conocimiento es de quien lo posee o le pertenece a quien lo descubre?
Para ello citaré a Newton (1676), quien a su vez tomó por base a De Salisbury (1159), exponiendo que, si alcanzó a mirar más allá del horizonte, es únicamente porque se ha situado en los hombros de los gigantes. Con ello, abro un pasaje a mencionar que el producto de lo que sabemos es el esfuerzo de otros, que en su momento dieron parte de su tiempo y esfuerzo para brindarnos una cercanía y transitoriedad hacia lo que hoy, aunque poco por lógica; conocemos. Es indiscutible que el conocimiento es libre; no obstante, por ética y valoración en cada acto de redacción, comunicación o elaboración de ideas, debemos brindar mención a aquellos que han intervenido en nuestro pensar y que con ello también han contribuido a la búsqueda de una realidad societal disímil, dinámica y más próspera.
Lo expresado no solo se establece como primordial desde el respeto a la propiedad intelectual, que es regulada de acuerdo a los Estados del mundo y que cada uno posee particularidades en su comportamiento, sino que es parte de la estructura de normas académicas propuestas por la American Psychological Association [APA] (1982), las mismas que son de origen sajón, y no es hasta el 2010 que se publicaran bajo normas estrictas de traducción al español; asimismo, es importante señalar que las mismas han sufrido 7 modificaciones hasta la fecha. Las normas APA proporcionan regulaciones estrictas de redacción y formatos en los documentos académicos que tienen por objeto la producción, difusión y entendimiento del conocimiento. No obstante, no solo existen dichas normas, sino que a nivel de la redacción se presencian por ejemplo también las normas ISO, Vancouver, Chicago A, Chicago B, Harvard, OSCOLA, MLA, IEEE, Turabian, AMA, ACS, NLM, AAA y APSA, todas con el mismo fin. En este aspecto, el empleo de dichas normas requiere de cierta sistematización en los procesos de redacción y, como ya lo hemos mencionado en líneas superiores, todo procedimiento de pensamiento, regulación y análisis, denota un cierto grado de inteligencia.
Entonces, con los fundamentos expuestos se infiere que:
La inteligencia abstracta del ser humano es denotada por sus procesos intramentales, que toman forma en su desarrollo temprano con el lenguaje y la práctica del mismo, acrecentando su aptitud mediante el desarrollo de habilidades que a más ejercicio de las mismas se desencadenen en competencias lingüísticas y que dicho proceso constituye en su madurez parte de la abstracción del pensamiento, para poder manifestar el conocimiento adquirido con normas de redacción académica que garanticen sus acciones éticas, sistematizadas y funcionales hacia el constructo del conocimiento significativo, y, en consecuencia, hacia la resolución de problemas.
REFERENCIAS
American Psychological Association [APA]. (1982). About APA. https://www.apa.org
Aristóteles. (384 a. C. – 322 a. C). Estagira, Reino de Macedonia.
Ausubel, D. (1963). Teoría del Conocimiento Significativo.
Chomsky, N. (1965). Teoría Innatista. Aspectos de la Teoría de la Sintaxis.
Confucio, K. (551 a. C. – 479 a. C.). Estado de Lu.
De Salisbury, J. (1159). Inglaterra.
Einstein, A. (1879 – 1955). Alemania.
Lyons, J. (1969). Language and Linguistics, Cambridge: C.U.P: 1981.
Newton, I. (1676). Londres, Inglaterra.
Padilla, D., Martínez, M., Pérez, M., Rodríguez, C. y Miras, F. (2008). La competencia lingüística como base del aprendizaje, Ed Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal(1), pp. 177-184. https://www.redalyc.org/pdf/3498/349832317019.pdf
Piaget, J. (1919). Teoría de Conocimiento.
Rumsfel, D. (2011). Known and Unknown. Ministerio de defensa de los Estados Unidos. https://www.ieee.es/Galerias/fichero/docs_analisis/2011/DIEEEA04-2011Known_and_Unknown.pdf.
Sócrates, S. (470 a. C. – 399 a. C.). Apolece.
Thordike, E. (1920). Inteligencia Mecánica, Abstracta y Social.
VygostKy, L. (1962). Teoría Sociocultural.
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