Un estudio internacional en el que participa el Dr. Edwuin Carrasquero, vicerrector de Investigación y Posgrado de la Universidad Estatal de Milagro (UNEMI), ha permitido constatar el uso de caña guadua (bambú) para sustituir una parte de polímero en diversas industrias. El estudio entró en una etapa de experimentación, lo que a futuro permitiría proteger el ambiente y abaratar costos, a nivel de componentes empleados en la fabricación de equipos de refrigeración, reductores de ruido en suspensión de autos y utensilios desechables.
La investigación lleva ya cuatro años. En ella participan los doctores Jorge Fajardo y Luis Marcelo López, docentes de la Universidad Politécnica Salesiana, de Cuenca, la UNEMI e investigadores de Venezuela y Colombia. Carrasquero explicó de manera técnica los resultados de la experimentación en laboratorio a través del artículo científico: Influencia del contenido de fibra y del recocido sobre las propiedades térmicas de un material biocompuesto reforzado con fibras de bambú. (https://revistas.uis.edu.co/index.php/revistauisingenierias/article/view/12793/12377)
El propósito fue evaluar la posibilidad de incorporar fibra de caña guadua como una de las alternativas para crear materiales biocompuestos de matriz termoplástica (biopolímero). La primera es una especie de bambú que abunda en Ecuador y tiene una elevada tasa de crecimiento, mientras que el biopolímero es un Polipropileno isotáctico (iPP) derivado del petróleo.
Se buscan alternativas para que el uso de polímeros esté un poco más restringido o que sea más amigable con respecto al ambiente. El proyecto surge en la manera de cómo incorporar fibras naturales a estos polímeros con un fin: primero, reducir el consumo de materia prima; y, en segundo lugar, poder darle esas características para que se convierta en un biopolímero”, explicó el investigador.
En un inicio, el acabado final no era el adecuado para los propósitos que se querían obtener. Cuando alcanzaba cierta temperatura, la fibra natural se quemaba, cambiaba la temperatura o tenía la percepción de un olor a quemado, porque los procesos de obtención pueden superar los 200 grados.
A través de los estudios de laboratorio se determinó que con “un rango de entre 30 y 35% de composición de fibras, se puede garantizar que las propiedades mecánicas no van a variar drásticamente y que permite en los procesos que se realizan industrialmente se puede garantizar una calidad óptima o adecuada”.
Al momento, se hacen pruebas piloto con empresas asentadas en Cuenca: con Indurama se hacen pruebas con sistemas de sujeción en algunos equipos de refrigeración; con Vanderbilt, se evalúa la aplicación, hace hojas de resorte para sistemas de suspensión de vehículos, entre las cuales se coloca un separador antirruido que normalmente es un polímero; y, se está proponiendo a Plastigama, que produce utensilios, bandejas, vasos, etc. crear algún tipo de productos con este nuevo material.
Los beneficios se dan en dos ámbitos. El primero es que se puede dejar de utilizar 30% de materia prima del polipropileno que es un producto derivado del petróleo, al incorporar fibra natural que por tonelada va a ser mucho más económico; además, se aporta al cuidado ambiental porque “estoy utilizando la economía circular, estoy incorporando una iniciativa que permite tener un material que sea biodegradable”, señala.
A criterio de Carrasquero, al corroborarse la utilidad del bambú la producción en masa con este tipo de material debería significar una reducción de costos en los productos que se fabriquen con dichos polímeros y en el precio final al consumidor. “Inclusive, hay tantos objetos que pudiéramos hacer a lo interno para consumo de la universidad o para entes del Estado que perfectamente se pueden ir ajustando a este uso de material”, concluye.
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