Los primeros resultados del proyecto de investigación Desarrollo de las competencias de lectura y escritura en el nivel básico elemental de centros educativos de la Zona 5, en ejecución por parte de docentes de la Universidad Estatal de Milagro, confirma las afectaciones que la pandemia y la no presencialidad dejaron en niños de seis a 10 años que cursan en segundo, tercero y cuarto año de educación básica.
La docente investigadora Mirtha Manzano Díaz explica que la investigación, desarrollada en una parte de Guayas, Bolívar y Los Ríos, incluyó la medición de tres dimensiones: socioemocional afectiva, cognitivo instrumental sobre lectura y cognitivo instrumental sobre escritura. Pero a ellas se agregó una cuarta: motivacional. La evaluación determinó una media general de 3,3 en los instrumentos aplicados.
La medición se hizo a través de encuestas y entrevistas con padres de familia y docentes sobre la base de una escala Líkert, del 1 al 5, en la que uno es el nivel más bajo que se tiene de desarrollo de lectoescritura y cinco es el más alto. “Estamos en un nivel medio moderado, lo que nos está diciendo que hay que trabajar en esas macrodestrezas lingüísticas. Hay que estar constantemente evaluando y generando estrategias en ese sentido para ir perfeccionando no solamente el desarrollo intelectual del niño, sino también la esfera socioemocional y afectiva”.
La experta recalca que la media de 3,3 significa que en las áreas investigadas la opinión de padres y maestros coincide en que los chicos no alcanzan los niveles de comprensión de lectura de manera eficiente, y si lo comparamos a los resultados de las pruebas de comprobación de conocimientos que se han aplicado en Ecuador y América Latina, como PISA-D y ERCE (a nivel de matemáticas y lectura), “nos corroboran que no hemos avanzado”.
“A partir de la pandemia, hay elementos que han influido negativamente para que no se puedan potenciar estas macrodestrezas lingüísticas desde el punto de vista didáctico, del nivel de dominio de las TIC en el uso de plataformas y aplicaciones educativas y el nivel socio-económico, incide mucho en la virtualidad el que no todos han podido tener el acceso que se requería, incluso en muchos sectores, se ha utilizado el WhatsApp como vía principal para trabajar los contenidos y tareas”, reflexiona la educadora.
¿Qué tanto afectó la no presencialidad a los niños de las edades estudiadas? “No siempre el docente tuvo el control de todo el aprendizaje”, advierte Manzano.
“Cuando estás presencial –agregó-, se puede visualizar si el niño está atendiendo, si está haciendo las actividades asignadas, se trabaja en equipo y se da seguimiento, pero a través de la virtualidad no se logró completamente. No siempre los padres estaban en la casa para tener el dominio y dar seguimiento, no siempre las cámaras estaban encendidas, no se puede corroborar si detrás de esa cámara era el niño el que estaba o un pariente, o si estaba realmente… estas son algunas de las reflexiones de las propias experiencias docentes”.
A partir de esos resultados, también se diseñó un proyecto de vinculación relacionado con las competencias de lectoescritura que culminó en una primera fase y que se ejecutó en la escuela La Maná, del Distrito de La Maná, perteneciente a la Zona 8.
Se trabajó con chicos de segundo, tercero y cuarto grado, que fueron divididos en cinco grupos a cargo de los estudiantes de UNEMI que hacen sus prácticas comunitarias. Cada grupo no solo se dedicó a trabajar con los niños y realizar los refuerzos académicos sobre estas macrodestrezas lingüísticas, sino que también se entregaron a la escuela como productos resultados: cinco manuales didácticos con lecturas y actividades para los diferentes grados, seis videocuentos protagonizados por los menores y se impartieron talleres de capacitación a docentes.