Las cruces siguen flotando sobre las aguas del río Guayas
Este 15 de noviembre, se cumplen cien años desde aquel día en que un numeroso grupo de obreros marcharon en las calles de Guayaquil para exigir sus derechos. Se trató de una huelga general que paralizó totalmente las actividades de la ciudad, donde la masa de trabajadores pugnaba por llegar hasta las oficinas de la Gobernación, con la finalidad de entregar un pliego de peticiones; sin embargo, ayer como hoy, la brutal represión militar y policial fue la respuesta del Estado, dando como resultado entre 1200 a 1500 personas asesinadas.
El escritor Joaquín Gallegos Lara, relató dichos eventos en su obra, cuyo título alude a que, los miembros de la fuerza pública involucrados en tal masacre se deshicieron de los cuerpos lanzándolos al río Guayas. Sin embargo, los familiares de los asesinados aquel día, evitaron que los años ahoguen el recuerdo del cruento suceso y comenzó la tradición que hasta hoy se cumple, lanzar cada año cruces y ofrendas florales en las turbias aguas del río.
El autor, retrata a una sociedad guayaquileña soñadora, trabajadora, conformada por artesanos, vendedores ambulantes, empleados públicos y privados, maestros, campesinos, pescadores, jornaleros y obreros de las primeras fábricas que se instalaron en la ciudad; los cuales, no contaban con la asistencia de instituciones estatales que protejan sus intereses, pero con la siempre presente aspiración de lograr el definitivo establecimiento de la clase trabajadora como pieza fundamental en el quehacer económico y sociopolítico del Ecuador.
Entre las reivindicaciones que los huelguistas exigían aquel fatídico día estaban: el alza de salarios, jornada de trabajo de ocho horas. El país había entrado en una aguda crisis económica, debido a la caída en las exportaciones del cacao, una moneda devaluada, y muy pronto las consignas de lucha derivaron en reclamos contra la clase opresora, contra la carestía de la vida, contra las políticas estatales, contra el gobierno de José Luis Tamayo.
El final de aquella jornada, está muy presente en la memoria de los ecuatorianos, así como las líneas de un infame telegrama donde se lee: “General Barriga.- Espero que mañana a las seis de la tarde me informará que ha vuelto la tranquilidad a Guayaquil, cueste lo que cueste, para lo cual queda usted autorizado.- Presidente Tamayo”.
Aquella masacre está escrita en las páginas más tristes de la literatura ecuatoriana, quedando inmortalizado en la memoria de generaciones el recuerdo de un execrable crimen de Estado, hasta ahora impune, pero que ha servido de germen fecundo para que la lucha por mejores días no desfallezca.
Hoy, un siglo después, conmemorar esta fecha es rechazar las graves injusticias que padecían los trabajadores en aquella década, también es recordar la valentía del movimiento obrero del 15 de noviembre de 1922, y condenar la nunca justificada violencia estatal; pero a la vez, este recuerdo nos sirve de reflexión sobre la actual situación de nuestro país y se vuelve una invitación para unirnos y esforzarnos por construir una sociedad mejor, más incluyente, participativa y solidaria, sabiendo que desde nuestros lugares de estudio o trabajo, podemos ser parte de la siempre vigente lucha por más y mejores derechos.
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1 Cifra que proporciona el historiador ecuatoriano Alfredo Pareja Diezcanseco en su discurso de adhesión a la Academia Ecuatoriana.
2 Gallegos, J. 2006. Las cruces sobre el agua. Clásicos Ariel. Quito. p.18
3 Ogaz, Leonardo. El 15 de noviembre de 1922. Cruces sobre el agua. América Latina en movimiento.
Recuperado de: https://www.alainet.org/es/active/42226
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